jueves, 21 de mayo de 2009

Rutina ;

Nueve minutos, ínfima porción de tiempo que se vuelve insoportable en este tedioso entorno, donde veo caras insipientes que nada me dicen y yo a ellas no les digo nada.

Deseo dormir, pero no debo. Con mis manos sujeto mi cabeza que quiere caer contra el banco, revuelvo desesperadamente mi pelo en el intento frustrado, de salir de este somnoliento estado, antes que ellos lo perciban. Pero tonto engaño, pues ellos todos, ya lo percibieron.

Veo con indiferencia la pizarra blanca que esta frente a mí, tan alta, repleta de números y palabras que no me esfuerzo por entender, pues soy víctima del mareo.

Intento buscar alguna actividad entretenida y la única que encuentro… es la de rayar compulsivamente mí maltratado cuaderno, con frases que carecen de sentido, como mi presencia en esta sala, lo carece también.

Y el tiempo, se toma su tiempo y no porque yo lo deseé, transcurre rápidamente. Y hasta el último minuto, me obliga a escuchar aquel insufrible palabrerío, que se ve interrumpido por el sonido del timbre, que me dice que ha llegado la hora de partir. Pero mañana me dirá que es hora de volver, a lo mismo… a la tediosa rutina.

Camila Pérez .

martes, 19 de mayo de 2009

El último aplauso ;

Él quería la salvación,
mientras estaba en negación,
a la fiebre que lo consumía
y una realidad clara le imponía.

Su cuerpo caído y moribundo,
yacía en el sucio lodo
de aquel frío escenario,
donde él sostenía su viejo rosario.
Un sonido estremecedor,
que se alejaba claramente de lo acogedor,
de su boca brotaba,
mientras él creía que rezaba.

Del cielo, las gotas de agua que caían,
Por su frente pálida descendían
a su rostro del lodo limpiaban,
a su alma la preparaban,
para la gran revelación que se anunciaba.
Él sonriente, así se lo imaginaba.

Pd: Título concedido por Bruno Federico Dávila Gómez, mis mayores agradecimientos.

Camila Pérez .