viernes, 8 de octubre de 2010

Cianuro.

Verás, de ese cianuro que te hizo bien, estoy en la búsqueda de un poco. ¿En el fondo de la taza de café que yo te preparé, quedará un poco? Jaja… respiro hondo y mi genio maligno me hace recordar el largo período de tiempo en el cual no reía.

Escucho como me gritan afuera: “¡culpable, culpable, culpable!” sin cesar, algunos son creativos, me maldicen de distintas formas. Entonces me veo obligada a preguntarme ¿Culpable de qué? ¿Culpable en el lugar de quién? ¿Culpable para favorecer a quién?


¡Culpable nada más de mi propia denigración y débilidad, habiéndome retrasado en llevar a cabo esta vieja decisión, decisión de finiquitar con nuestra maldición! Esto es lo que me contesto y repito, hasta llegar el momento en el cual lo grito. Afuera repentinamente se callan, por suerte, todos se callan.

 
Es extraño pensar que en este lugar, al cual antes detestaba, es el lugar en el que ahora me siento protegida, y en efecto, lo comienzo a sentir como mi casa.
Alguien me susurra (mi genio maligno me susurra) que de la vuelta, sistemáticamente obedezco. Me deparo nuevamente con tu cuerpo caído, ahora veo y entiendo con mayor claridad mi sentir, ya no me es extraño, mucho menos confuso.
La euforia invade y toma absoluto control, mis entrañas y músculos se contraen en frenesís agobiante y febril delirio. 

 
Esta nebulosa a la cual gran parte de mi vida fui sometida, comienza paulatinamente a desaparecer. Llego a ver colores ¡sí, colores…! experimento lo viejo con la misma intensidad que se experimenta lo nuevo. Relativo, me maravilla lo relativo.

 
¡Cuantas alegrías tu ausencia espiritual provocó! Quisiera que estuvieras vivo para poder contemplarlo ja-ja-ja (que carcajada me di el gusto de soltar).
Tu presencia física se mantiene, eso esta claro, aunque tu cuerpo ya no me perturba como antes. Te has transformado y reducido a un bulto sangriento en el rincón de mi habitación.
Me siento como la leona que se escapó de la jaula del zoológico ¡y por dios, cuantas comparaciones del género en este momento soy capaz de realizar!

 
¡Ya no te sentiré rodeándome como un buitre y abrazándome en amague de asfixia, quemándome con las llamas del infierno que te acompañan! ¡Preferiría la muerte antes que revivir esa tortuosa etapa! ¡Sí, la muerte! Muerte que se despliega por doquier, en la sombra abultada de tu cuerpo y en la mía. 

 
Toco mi bolsillo, con alegría casi infantil me deparo con el cianuro que aún resta en la pequeña bolsita de plástico. Café negro, agua tibia y cianuro. ¿Azúcar? No, no, nada de eso, café amargo es el único que le sienta bien a mi úlcera estomacal.
¿Cobardía? No, no, nada de eso, solamente evito la persecución de caníbales que acechan por mi carne asesina y suicida.


PD: algo viejo y malo.

Peculiaridad inconstante ;


Ciclotimia disfuncional y contraproducente que me hace mirar con malos ojos y pupilas ennegrecidas, el papel que juego en mi propia vida.

 
A ti, cicliotima, te confieso como el océano de preguntas desborda la linealidad de mi mente que enloquece hurgando espacio, pero se atiene a la moralidad vacía que la torna pieza en el juego de ajedrez.

 
A ti, ciclotimia, te revelo que en lo que respecta a las respuestas, la naturaleza de mi raza me hace olvidarlas, ignorando a su vez el tanto que fatiga formularlas... en número y en cadena, se esfuman en las fallas del razonamiento que se esforzó cuanto pudo por ser objetivo.

 
Las respuestas después de todo, se convierten en el gatillo de la desolación y el pretexto suicida.

 
Ciclotimia, siento que voy perdiendo la autonomía a cada paso de rebeldía, pero cuestiono sí aún se puede ser dueño de uno mismo, cuando el azar te encarcela y condimenta tu comida con algo que sabe a libertad, pero va envenenado de a poco la boca y el estómago.

 
Ciclotimia, por tu culpa ya no creo en mi alegría, como tampoco creo en la honestidad de mi tristeza, ni en la hostilidad de mi ira, y planifico revoluciones para justificar mi inercia con la vaga esperanza de revestir con nuevo tul, el cuerpo sin vida del idealista expuesto a la burla del que siempre lo margina.

 
Ciclotimia, me he dedicado a acogotar mi escepticismo mientras deseo escéptica volver a la etapa de ensueños, donde la risa infantil y despreocupada no parecía ser una ilusión y era posible surcar mares en un navío inmaterial.
Ciclotimia, he aquí mi más detallada descripción hecha por mi misma:

 
¡Soy carne, soy hueso, soy alma… y así mismo, continúo desconociendo la realidad surreal que integro!

 
¡Soy carne, soy hueso, soy alma, soy sólida… mientras la fortaleza de mi corazón se rompe develando un parásito desagradable, en el primer choque donde se contrapongan ideologías!

 
¡Soy carne, soy hueso, soy alma, soy ermitaña… mientras vago hipócrita a plena luz del día!

 
¡Soy carne, soy hueso, soy alma, soy misántropa… mientras interactúo entre extraños y repudio toda gota sangrienta de odio que mi lengua exhala!

 
¡Soy carne, soy hueso, soy alma, soy mochilera… mientras temo escalar montañas y persigo abismos fingiendo tenacidad para asustar a mi propia cobardía!

 
Ciclotimia disfuncional que me convierte en hija del humor del día, he concluido que has elegido a la víctima perfecta que no se atreverá a defraudarte y sabrá personificarte, a pesar del hincapié que hace en publicar su agonía.

 
Por lo tanto ciclotimia disfuncional ¿puedo usufructuar del néctar escapista para lo qué resta del día?
Me creo en el derecho de exigir al menos el premio de consolación, por tan fiel interpretación.