¡No estoy paranoico, se lo juro! Acabo de sentir un ruido, acabo de sentir varios ruidos. Algunos son fáciles de reconocer, otros no tanto. Desde que soy un niño siento ruidos extraños invadiendo mi cuarto, mi vida y más que nada, mi sueño.
Mi madre siempre se limitó a decirme que estos ruidos, eran el producto de mi imaginación fructífera. Para ella eso era lo más fácil y razonable que se podía decir o creer, pues a ella, le gustaban las cosas simples que requirieran poco esfuerzo mental al ser procesadas.
Recuerdo el puño cerrado golpeando el televisor y también recuerdo, el puño cerrado golpeando el armario. A pesar de no poder verlo, siempre pude sentirlo ¿acaso eso no es suficiente? Quizás sea como lo dijo Descartes en sus meditaciones: “los sentidos engañan”.
Escucho voces también. Varias voces hablando al mismo tiempo, por lo cual no puedo descifrar el mensaje que me quieren trasmitir. ¿Supongo que debe haber algún mensaje, no?
¿Es qué solamente por el hecho de tener más capacidad de percibir ruidos y sonidos usted me considera un paranoico, un loco o un esquizofrénico? Me recuerda a mi madre, siempre buscando la solución más práctica, por ende, errónea.
Ahora es mi puño el que esta cerrado, golpeando paredes y destrozando artefactos. ¡Debe entenderlo, ya no soporto estar despierto, irritado, angustiado y dolorido! Bien sabrá que mi cuerpo se deteriora, bien sabrá el miedo que esto me produce.
¿Podría dejar de mirarme de esa forma? Su mirada cargada de empatía llega a ser insoportable. Preferiría que actuara como si estuviera semimuerto o como un no humano, como un robot para ser más específico.
Comienzo a creer que hay algún tipo de energía malevolente, que jamás se cansa de jugar con mis emociones ¿Qué piensa usted? No, no, mejor no hable, ya se con que historia me vendrá y créame, no la quiero escuchar nuevamente.
¿Ya se termina la sesión, verdad? Se supone que ya es la hora en la cual le confieso lo que usted ya sabe ¡Por Dios, en que cosa tan previsible se ha transformado esto!
Quizás sea como lo han dicho todos y como me lo ha dicho usted sutilmente, estoy loco y debo aprender a aceptarlo ¡Oh, vaya monólogo!
Camila Pérez .
Mi madre siempre se limitó a decirme que estos ruidos, eran el producto de mi imaginación fructífera. Para ella eso era lo más fácil y razonable que se podía decir o creer, pues a ella, le gustaban las cosas simples que requirieran poco esfuerzo mental al ser procesadas.
Recuerdo el puño cerrado golpeando el televisor y también recuerdo, el puño cerrado golpeando el armario. A pesar de no poder verlo, siempre pude sentirlo ¿acaso eso no es suficiente? Quizás sea como lo dijo Descartes en sus meditaciones: “los sentidos engañan”.
Escucho voces también. Varias voces hablando al mismo tiempo, por lo cual no puedo descifrar el mensaje que me quieren trasmitir. ¿Supongo que debe haber algún mensaje, no?
¿Es qué solamente por el hecho de tener más capacidad de percibir ruidos y sonidos usted me considera un paranoico, un loco o un esquizofrénico? Me recuerda a mi madre, siempre buscando la solución más práctica, por ende, errónea.
Ahora es mi puño el que esta cerrado, golpeando paredes y destrozando artefactos. ¡Debe entenderlo, ya no soporto estar despierto, irritado, angustiado y dolorido! Bien sabrá que mi cuerpo se deteriora, bien sabrá el miedo que esto me produce.
¿Podría dejar de mirarme de esa forma? Su mirada cargada de empatía llega a ser insoportable. Preferiría que actuara como si estuviera semimuerto o como un no humano, como un robot para ser más específico.
Comienzo a creer que hay algún tipo de energía malevolente, que jamás se cansa de jugar con mis emociones ¿Qué piensa usted? No, no, mejor no hable, ya se con que historia me vendrá y créame, no la quiero escuchar nuevamente.
¿Ya se termina la sesión, verdad? Se supone que ya es la hora en la cual le confieso lo que usted ya sabe ¡Por Dios, en que cosa tan previsible se ha transformado esto!
Quizás sea como lo han dicho todos y como me lo ha dicho usted sutilmente, estoy loco y debo aprender a aceptarlo ¡Oh, vaya monólogo!
Camila Pérez .