En el circo, son todos bufones interpretando varios roles con un mismo contenido y una misma mentira.
La multitud de actores secundarios ignora a los pocos actores protagónicos encima del escenario, y así viceversa. Se desprecian recíprocamente, ya que para los protagónicos los secundarios son apenas masas aglomeradas creadas con la única finalidad de ser explotadas; y para los secundarios los protagónicos son los causantes de todas sus desgracias.
En el circo, grandes pensadores proclaman la primacía y superioridad de una razón confundida, frente a una fe débil y humillada. Esta por su parte, se retira reconociendo que ha perdido la batalla, pero no asume total derrota y se presentará nuevamente, con otro traje y propuesta.
En el circo se sospecha, que el omnipresente se ha perdido en algún desierto y ha muerto deshidratado, y que sus seguidores están aún sumisos a una autoridad inexistente; ateniéndose a la inmovilidad y repitiendo con confianza que “este circo es el de los mejores posibles”.
En el circo se sospecha además, que en el infierno los diablos planean una rebelión, en la cual pretenden aliarse a los diablos de la tierra, dando lugar a la creación de una nueva y déspota sociedad.
En el circo se adivina y se especula, y la supuesta tensión de varios mundos se torna evidente, demostrando claros indicios de la proximidad de una avasalladora y fatídica guerra universal; en la cual de antemano podemos concluir que no existirán “vencidos ni vencedores”.
A su vez, los neutrales en esta guerra no serán permitidos, siendo considerados lacras desertoras a las cuales se debe como obligación, aniquilar.
En el circo, los estrategas son los ídolos acartonados que levitan en el vacío, retándose con la mirada sin decir palabra. Fanáticos siguen el duelo, alentando y prometiendo ceder su alma a la causa vencedora, que la imparcialidad del tiempo, destruirá.
En el circo, el hombre agotado y hambriento cae rendido, aguardando la compasión humana que no se presentará, y a esta víctima se suman otras que no se considerarán para nada, imprescindibles. Todos sus cadáveres son apilados en un rincón con indiferencia, formando una montaña inerte y desnuda. Los objetos que les pertenecían, son ahora distribuidos a una feliz y avara minoría; en el circo nada se desperdicia, todo se aprovecha.
Para descontraer la tumultuosa atmósfera, bellas figuras son suspendidas en el aire, teniendo como único soporte finos hilos, casi invisibles. Caníbales civilizados que huelen mal, los obligan a demostrar destreza en el baile como regla de supervivencia.
Los valores son escasos, individuales y descartables, en el circo nada se puede reglamentar, todo es grotesco y caótico por naturaleza, por lo cual se rumorea que esta predestinado a convertirse en polvo y ceniza; ¿entonces por qué no incendiarlo y adelantarnos a la profecía?
La multitud de actores secundarios ignora a los pocos actores protagónicos encima del escenario, y así viceversa. Se desprecian recíprocamente, ya que para los protagónicos los secundarios son apenas masas aglomeradas creadas con la única finalidad de ser explotadas; y para los secundarios los protagónicos son los causantes de todas sus desgracias.
En el circo, grandes pensadores proclaman la primacía y superioridad de una razón confundida, frente a una fe débil y humillada. Esta por su parte, se retira reconociendo que ha perdido la batalla, pero no asume total derrota y se presentará nuevamente, con otro traje y propuesta.
En el circo se sospecha, que el omnipresente se ha perdido en algún desierto y ha muerto deshidratado, y que sus seguidores están aún sumisos a una autoridad inexistente; ateniéndose a la inmovilidad y repitiendo con confianza que “este circo es el de los mejores posibles”.
En el circo se sospecha además, que en el infierno los diablos planean una rebelión, en la cual pretenden aliarse a los diablos de la tierra, dando lugar a la creación de una nueva y déspota sociedad.
En el circo se adivina y se especula, y la supuesta tensión de varios mundos se torna evidente, demostrando claros indicios de la proximidad de una avasalladora y fatídica guerra universal; en la cual de antemano podemos concluir que no existirán “vencidos ni vencedores”.
A su vez, los neutrales en esta guerra no serán permitidos, siendo considerados lacras desertoras a las cuales se debe como obligación, aniquilar.
En el circo, los estrategas son los ídolos acartonados que levitan en el vacío, retándose con la mirada sin decir palabra. Fanáticos siguen el duelo, alentando y prometiendo ceder su alma a la causa vencedora, que la imparcialidad del tiempo, destruirá.
En el circo, el hombre agotado y hambriento cae rendido, aguardando la compasión humana que no se presentará, y a esta víctima se suman otras que no se considerarán para nada, imprescindibles. Todos sus cadáveres son apilados en un rincón con indiferencia, formando una montaña inerte y desnuda. Los objetos que les pertenecían, son ahora distribuidos a una feliz y avara minoría; en el circo nada se desperdicia, todo se aprovecha.
Para descontraer la tumultuosa atmósfera, bellas figuras son suspendidas en el aire, teniendo como único soporte finos hilos, casi invisibles. Caníbales civilizados que huelen mal, los obligan a demostrar destreza en el baile como regla de supervivencia.
Los valores son escasos, individuales y descartables, en el circo nada se puede reglamentar, todo es grotesco y caótico por naturaleza, por lo cual se rumorea que esta predestinado a convertirse en polvo y ceniza; ¿entonces por qué no incendiarlo y adelantarnos a la profecía?
Uau!!! Me hizo acordar a cuando empecé a leer a Henry Miller y a William Burroughs...no sé si tendrá algo que ver, simplemente me sentí envuelto por una atmósfera similar mientras lo leía.
ResponderEliminarSeguí escribiendo che!!!